Muchas veces nos planteamos introducir cambios en nuestras vidas y no lo conseguimos. Es una realidad frustrante, pero es lógico que nos cueste. El mismo fenómeno que nos sirve para que la vida nos sea más fácil, se vuelve en nuestra contra de vez en cuando. Veámoslo con ejemplos.
Carnet de conducir
Si llevas años conduciendo te descubrirás en situaciones raras, como, por ejemplo, preguntarte internamente en qué marcha vas, o llevar conduciendo un rato con el espejo retrovisor mal colocado y no haberte dado cuenta.
Cuando te sacaste el carnet, cambiar de marcha, torcer en un cruce o poner el intermitente a la vez que hacías otra operación, consumía toda tu atención.
Entonces ¿qué ha pasado entre medias? Pues que has generado un hábito y, por tanto, automatizado los movimientos, de tal forma que no tienes que prestar atención salvo que te tengas que salir del programa. Por ejemplo, debido a un obstáculo en la carretera.
¡Qué genial! Con la práctica conduces en «piloto automático» entonces.
Las dificultades surgen cuando hay que cambiar el hábito (por ejemplo, cuando conduces con el volante al otro lado) o cuando cambia la tecnología. Otra vez tenemos que rehabituarnos y prestar mucha atención.
Lo mismo que acabamos de describir le ocurre a quien toca el piano o a quien escribe con el teclado del ordenador.
¿Dónde está el problema?
Los hábitos tienden a mantenerse estables y cambiarlos requiere esfuerzo (o técnica) y constancia. En el ámbito de la salud, hay muchos ejemplos. En la «operación biquini» o con el comienzo de año, mucha gente intenta cambiar sus hábitos y adelgazar, hacer ejercicio, aprender inglés, dedicarse más a la familia… pero al final «la cabra tira al monte«.
¿Cuál es la solución?
La solución pasa por varias fases.
Primero, hay que ser consciente de la dificultad. Hay cambios más fáciles que otros. Por ejemplo, deshacerse de una adicción es más complicado que añadir un almuerzo a media mañana.
Segundo, si ya has intentado ese cambio anteriormente y no te ha funcionado, cambia el sistema. Por ejemplo, muchas personas hacen todas las dietas que están de moda en cada momento y acaban abandonando sin conseguir el resultado deseado. Puede que en esos casos, lo mejor sea no hacer dietas y, en su lugar, centrarse en el cambio de hábitos alimenticios.
Tercero, tener constancia. Cambiar algo durante un día, o una semana, es una alegría pero no genera hábito. Algunos hablan de la necesidad de 21 días para generar un hábito, pero la realidad parece que se acerca más a los 2-3 meses.
Con esta entrada no queremos dar una explicación exahustiva, sino simplemente que tengas claro por qué no es fácil cambiar y cuáles son algunos elementos clave para conseguirlo.