La comparación nos hace infelices

Objetivamente, la mayor parte de la sociedad occidental tiene todos los recursos materiales que necesita para ser felices. Eso hace los mimbres, no el cesto. Es verdad, que con la acumulación de crisis hay un porcentaje de personas que se salen de estas estadísticas, pero en global, es cierto.

Tenemos acceso sin límites a:

  • Agua.
  • Comida.
  • Techo.
  • Electricidad.
  • Información.
  • Comunicaciones.
  • Entretenimiento.
  • Cultura.

Y todo lo que se te ocurra poner. Tenemos mucho más de lo que necesitamos y eso es un hecho irrefutable.

Entonces ¿Por qué no estamos pegando brincos?

Los humanos tenemos mecanismos para buscar lo que carecemos. Cuando nos falta alimento, tenemos hambre y con hambre, todo nos sabe mucho más rico. Sin hambre hay que sofisticarte mucho para llegar a la misma sensación. Quien haya pasado el COVID 19 y haya perdido el apetito sabe que comer sin hambre es un suplicio.

Dicho de otro modo, el cuerpo no está preparado disfrutar de los excedentes, sino de cubrir las carencias.

Una vez cubrimos nuestras necesidades la motivación baja. El cuerpo está preparado para optimizar el consumo de energía y tiende a no gastar calorías si no tiene una necesidad que cubrir. Ocurre con la comida, con el sexo, con el sueño y con otros muchos elementos de la vida.

Dicho de otra forma, un sistema social que cubre todas las necesidades y en exceso no hace necesariamente una sociedad más feliz, sino más tranquila.

¿Cómo perdemos la tranquilidad?

Con la comparación. Cuando nos fijamos en el de al lado. Si vas a la tienda a comprar comida, llenas las bolsas de productos de calidad, saludables y ricos, pero el vecino se compra siempre los percebes, el jamón de Jabugo y los vinos de reserva, tu sensación es que tu compra no es lo suficientemente buena.

Si además, se compra un flamante coche de lujo y tu tienes un compacto de 5 años que te desplaza de manera segura y eficaz a los sitios que quieres llegar, en ese momento, tu coche ya no te parece tan buen coche.

Utilizamos la comparación para saber si nos va bien o nos va mal, en lugar de mirar cuales son tus necesidades y ver cómo cubrirlas.

La combinación de la comparación y los excedentes hacen que busquemos cubrir necesidades que ni nos interesan, haciéndonos más infelices

¿Qué carencias tenemos?

Para conseguir todo aquello sobre lo que tenemos excedentes y en parte no necesitamos, lo cambiamos por tiempo. El tiempo es el bien más escaso en las sociedades occidentales. El problema es que el tiempo no se vende. ¿Para qué quieres muchas cosas si luego no puedes disfrutarlas?

Esa disfunción genera también cierta infelicidad, salvo a algunas personas que su satisfacción se basa en poseer, no en usar.

Recuerda, tenemos excedente de todo menos de tiempo.

Higiene y motivación

Había un tal Herzberg que hablada de dos tipos de motivaciones. La higiene y la satisfacción.
Planteaba que hay una idea erronea que es que los estímulos sigue un continuo que va desde la insatisfacción a la satisfacción.
Es decir, cuando no lo tengo estoy insatisfecho y que cuando lo tengo estoy satisfecho.
Hezberg, en cambio, descubrió que esto no es así.
Describió que los estímulos pueden seguir uno de estos continuos:
  • Higiene. Insatisfacción-No insatisfacción. Cuando no lo tengo estoy insatisfecho pero cuando lo tengo simplemente esto neutro.
  • Motivación. No satisfacción. En cambio otros, no tenerlo me tiene neutro, pero tenerlos me da motivación.

Pues bien, nuestro objetivo deberá ser cubrir sin excedentes (no aporta nada) los factores de higiene y cubrir con excedentes los de motivación.

¿Qué podemos hacer entonces?

Reorganízate la vida. Toma ya. Que fácil parece. Se puede empezar por ver que necesitas y qué no necesitas. Y también de lo que tienes excedentes que no te motiven. No te centres en conseguir lo que no necesitas y céntrate en lo que necesitas.

Lo segundo es que dejes de mirar tanto a los lados y que mires al frente. Es decir, olvídate de las comparaciones. Si el de al lado tiene unas motivaciones distintas, tendrá unos excedentes distintos. 

El tercero es que te plantees objetivo motivantes a alcanzar. Las metas, los sueños, las ilusiones son los que nos permiten adentrarnos en el mundo de las carencias que nos motivan. Recuerda, con hambre toda comida está rica, y con sueño, toda cama es cómoda.

Si tienes objetivos importantes para el futuro, te guiarás hacia tus propias necesidades, a cubrir tus carencias y hará que los inconvenientes sean pequeñas pruebas a superar.

Veamos algunos ejemplos:

  • Los primeros años de montar una empresa son duros, mucho sacrificio y pocos rendimientos, pero son los más apasionantes.
  • Cuando te independizaste seguro que era una casa más incómoda, con 4 cosas, pero la más divertida.
  • Cuando terminaste tus estudios probablemente sientiera un gran orgullo.

¿Por qué ocurre?

Porque la motivación en la vida no se basa tanto en tener sino en conseguir. Lo que da la felicidad es el camino para conseguir los objetivos, no conseguirlos en si mismo. La felicidad de conseguir nuestras metas es efímera. Vale ya lo tengo y ahora que. En este segundo caso hablamos de orgullo, pero no de felicidad.

¿Potenciamos consumir menos?

Puede, pero no es la variable más relevante. Más bien en orientar el consumo hacia lo que te motiva, no hacia lo que hace el entorno. Con todo ello comprobarás que, de manera natural disminuirás parte de lo que consumes. Te proponemos algunos pasos a seguir:

  1. Define que es lo que te motiva y que no te motiva. 
  2. Proponemos no buscar excedentes de lo que no necesitas, pues eso no te da satisfacción (Recuerda a Herzberg)
  3. Para no perder el norte mira hacia tu objetivo y no te compares demasiado con lo que hacen los demás.
  4. Para mirar hacia delante, búscate objetivos, metas o misiones en la vida a largo plazo, que te permitan no tener que mirar hacia los lados.
 

1 comentario

  1. Mariano

    Aunque todas las reflexiones que añadís aquí me parecen siempre muy interesantes, esta me ha tocado especialmente.
    Llevo muchos años pensando que, si miras hacia atrás, no recuerdas con felicidad el coche que te compraste, sino el viaje que hiciste con el coche y tus amigos o familia; si te compraste una tele, no recuerdas la satisfacción de la compra, sino las pelis que viste en ella con mantita y tu pareja en el sofá, o el gol de Iniesta. Y cuando piensas en aquel trabajo anterior, recuerdas las cañas con los compañeros, los cafés y las risas compartidas y la solidaridad frente a «marrones» o crisis.
    En resumen, pienso que la satisfacción y la felicidad van de invertir tu tiempo en momentos vitales, no en objetos; de desarrollarte como persona en el trabajo, y no de ganar cada vez más dinero. En resumen, de valorar lo intangible: a ti mismo sin compararte con nadie, y de apreciar infinitamente los afectos que generas en los demás y los que les transmites.

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