¿Tengo mala suerte?

Hace un par de años visité una tienda de Movistar porque tenía que cambiar de teléfono móvil.

Había dos clientes delante de mi y me quedé observando como les atendían los comerciales (deformación profesional de cuando participaba en la formación online de los comerciales de Vodafone).

Aunque estaba viendo cosas que no me gustaban, mi atención se centró en los dos clientes te tenía delante.

Primer cliente

El primero fue un padre con su hijo adolescente. Le estaba comprando su primer móvil. Era mejor que el que yo iba a comprar, pero el chaval no paraba de refunfuñar. El padre, aguantando el chaparrón, ponía cara de resignación. ¡Es complicado ser padre! – pensé. ¡Y ser adolescente también! La cuestión es que llamó mi atención porque debería haber sido una situación en la que mostrar alegría en vez de enfado y resignación.

Segundo cliente

Cuando se fueron, atendieron a la siguiente pareja de clientes. Consistía en un padre de unos 60 años y un hijo de unos 32. El hijo tenía síndrome de Down. Le compraron un móvil simple, con botones grandes (en sus tiempos Vodafone comercializaba el modelo Simply, pensado originariamente para personas mayores, pero también una buena elección en este caso).

El hijo estaba exultante. Era feliz. Tenía su primer móvil. No paraba de darle las gracias al padre y de llenarle de besos y abrazos. El padre estaba contento y con mirada de orgulloso. Imagino que fruto de mucho camino recorrido con una maravillosa recompensa.

Reflexión

Es probable que este segundo padre pensase, en su momento, en su mala suerte, pero el paso del tiempo no parece darle la razón. Esas muestras de amor recibidas, seguro que le hicieron una de las personas más felices del centro comercial y sentirse útil también. Seguro que tendrá otros miedos, y que tendrá que aprender a vivir con ellos, pero aquello eran emociones puras.

La importancia de tener una causa

En estos casos, los padres tienen que afrontar una realidad posible, pero no esperada, que hace que haya que dedicarle esfuerzos distintos.

En muchos ocasiones, se convierte en una causa por la que luchar, una razón por la que esforzarse en esta vida.

  • El sacar adelante un hijo con problemas se convierte en una causa. Además, una causa justa y en positivo.
  • Esto le habrá ayudado a relativizar otros problemas del día a día no importantes.
  • Sus esfuerzos van consiguiendo mejorías. Aunque sean más lentas, o menos llamativas, van apareciendo.
  • El cariño y el amor incondicional recibidos te llenan al máximo.

Sin duda, también implica muchas preocupaciones. En general, la preocupación de qué pasará cuando ellos no estén.

Moraleja

Disfrutar de la vida de manera plena no siempre se consigue con el camino más corto o más fácil. El tener una causa, o un objetivo duradero, nos asegura una motivación y saber enfocarnos en lo importante.

Al entrar en la tienda, se podría pensar que el primer cliente tendría una vida más satisfactoria. Al salir de la tienda, me fui convencido de lo contrario.

Al no haberles entrevistado no sé cuál es la verdad, pero espero que como lector te aporte una reflexión.

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